sábado, 27 de febrero de 2010

La Cerámica de Pukará – Puno

“Legado Milenario”

“Hugo Lope se despierta temprano, no toma desayuno, va directamente a revisar como va el trabajo, prepara la “masa”, se cerciora de que los moldes estén secando correctamente y revisa que el horno este listo para su próximo uso. A veces no hay nada que hacer, son momentos generalmente cortos, pero le sirven para leer o tan solo para recordar. La tarde que lo conocí, el sol caía sobre su patio e iluminaba todo su trabajo, mientras hablaba acerca de lo que hacia, uno reconocía atisbos de experiencia, arduo trabajo y recuerdos de una tradición amplia dentro de su familia.”

Pukará es una pequeña ciudad que se encuentra hacia el noroeste de Puno. Tan solo 2 horas de viaje en “combi” dividen la capital del departamento con la ciudad que es famosa por los “Toritos de Pukará.” Con un poco de suerte puedes ir acompañado del tren que va al Cusco corriendo al costado de la carretera, todo lo demás son montañas y grandes áreas cubiertas por “ichu” que en algunas zonas es la única planta capaz de adaptarse al intenso frió. Lo primero que se siente al llegar a Pukará es ese viento helado característico del altiplano, ese viento que te advierte que estas a mas de 3500 metros de altura, la plaza de armas como siempre, al centro de la ciudad, plaza que se encuentra coronada, además, por una iglesia católica. La municipalidad se encuentra al otro lado de la plaza y esta adornada con una gran figura del “Torito de Pukará” y un sacerdote antiguo realizando un sacrificio humano (anexo 1), las calles son angostas y la mayoría de tierra, es un lugar apacible, tranquilo, silencioso.

Pukará, a mi parecer, es una cultura que fue algo relegada, cuando hacemos una comparación entre las culturas que existieron por estas zonas, generalmente Tiwanaku es el nombre que muchos mas recuerdan. Sin embargo tuvo una importancia cultural amplia dentro de la zona del altiplano circundante al Lago Titicaca, su desarrollo en cerámica fue bastante avanzado y esto lo convierte en una fuente de inagotable conocimiento pero que desgraciadamente será perdido si no tomamos conciencia y lo guardamos, cual rey Midas guardaba su oro. La cerámica Pukará se diferencia de otras por la forma y técnicas que utilizaban, técnica que aun perdura y que tuve tiempo de comprobar; esta cerámica estaba y esta hecha con arcilla tamizada que los pobladores consiguen de manera natural y la cual mezclan con piedra molida o arena para lograr la contextura y color deseados o un efecto llamado “vidriado”. Durante la época Pukará antigua los colores de la mezcla que luego se convertiría en una taza, plato o vasija variaban entre el rojo oscuro hasta el marrón, luego estas cerámicas serian pintadas con amarillo, negro, gris y rojo diferenciados por finos surcos incididos en la cerámica.

Según la mayoría de arqueólogos, la cultura Pukará tuvo su apogeo más o menos entre el 300 ó 200 a.C. hasta el 500 d.C. Si bien es cierto, la cultura Pukará estuvo, en promedio, unos 2000 años en el altiplano, se entiende que los primeros fueron su asentamiento y nacimiento cultural, mientras que los últimos fueron de decadencia hasta la llegada de los Incas que cubrieron esta área dentro de su territorio.

Durante la época “dorada” Pukará, la cerámica junto a la escultura lítica fueron lo más sobresaliente, la escultura lítica estaba basada en dioses y rituales; conformada por imágenes geométricas y formas de felinos, sapos y peces; además, algo repetitivo es el “devorador” o “degollador”, que es el tallado de una figura antropomorfa con un cuchillo en la mano y una cabeza en la otra, esto representaría los rituales Pukará; como en todo pueblo y cultura Peruana pre hispánica esto fue realizado para que los sacerdotes mantuvieran su status social mediante el miedo infundido en los habitantes. La cerámica destaca principalmente por su diseño, técnica y acabados; los Pukará desarrollaron cerámica en torno a sus creencias, esto provoco que tuviera motivos mitológicos, la forma felina fue la mas difundida y eso se puede observar en el pequeño museo localizado al costado de la iglesia. La figura del felino se puede observar en la cerámica que podemos catalogar como “principal” y que probablemente perteneció a los sacerdotes (anexo 2).

Dentro del resto de cerámica encontramos ollas, tazas, cantaros, cuencos y platos; estos habrían sido utilizados en la vida diaria de sus pobladores y formarían parte de las pertenencias de una persona común dentro de la sociedad Pukará.

En el museo tuve la oportunidad de observar, entre la cerámica antigua, un camélido, este habría sido utilizado para cuestiones ceremoniales y en torno a el se basa la aparición del “Torito”. Luego de la llegada de los Incas ocurrió lo que es una generalidad dentro las conquistas, una mezcla e intercambio de culturas, los sometidos aceptan lo que los dominadores dictan pero a su vez, los dominadores toman lo que pudiera servirles mas adelante. Es asi como los Incas, los alfareros en sí, mejoran este camélido (¿llama, vicuña, alpaca, guanaco?). Utilizando el mismo procedimiento que los Pukará, moldean una figura de un camélido y la disponen para sus rituales, rituales en el que este camélido era llenado con alguna bebida alcohólica y formaba parte importante dentro de la ceremonia. Con la llegada de los españoles y la subsiguiente animadversión hacia la religiosidad y rituales naturales de los Incas y de la región altiplánica, este camélido fue uno de los afectados. Los conquistadores piden a los pobladores incas que dejen de hacer ese ritual o que, mejor aun, hagan un ritual utilizando un toro, el cual era parte de una difusión mas extendida en España y por consiguiente demarcaba la cultura española y adhería esta a la inca. Los incas a su vez para no ser sometidos a un eventual castigo adoptan al toro pero le añaden elementos andinos, el orificio en la espalda del toro (para las bebidas alcohólicas) y en algunos casos hojas de coca; esto aseguró su permanencia dentro de los ritos andinos.

Actualmente la cerámica Pukará es reconocida a nivel mundial por “El Torito de Pukará”, mi curiosidad provoco largas horas de espera, en busca de alguno de los realizadores de este tipo de cerámica, cuando pregunte por el más reputado el nombre que salto fue el de la familia Lope.

Don Hugo me hace pasar hacia el lugar donde se encuentran los moldes, me muestra algo reticente su horno y la mezcla que utilizo aquella mañana para hacer los toritos. Me cuenta muchas cosas mientras yo apurado tomo nota de cuanto puedo, luego tratare de recordar detalles que pudieron haber pasado por alto.

Como dije antes la cerámica Pukará ahora esta representada por los toritos, entre otras cosas, también encontramos vasijas y platos, pero no mucha gente los hace. En vista de esto, me aboque a averiguar todo acerca del torito.

La familia Lope lleva 3 generaciones haciendo “Toritos de Pukará”, al menos eso recuerda Don Hugo, su padre le enseño el arte que a su vez había aprendido de su abuelo. Don Hugo es aun joven, “Tengo 46 años” me dice en tono amable, y añade “Llevo 40 haciendo toritos”. Eso me hace pensar, este hombre aprendió el arte cuando aun era un niño y ahora transmite ese conocimiento hacia sus hijos y algunos allegados. Con un libro, algo de recuerdos y grandes nubarrones oscuros que anuncian la pronta lluvia me narra algo de historia y la forma en que hace los “Toritos de Pukará”.

Al parecer el nacimiento “original” de los toritos no seria exactamente Pukará, existe una comunidad cerca de allí llamada Checa, sus habitantes tuvieron, hace mucho tiempo, la costumbre de hacer los toritos, este habito se fue perdiendo poco a poco hasta casi desaparecer, el abuelo de Don Hugo recupera algo de eso y su padre los mejora hasta lograr una perfección que se nota al momento de comparar. Tanto el abuelo como el padre de Don Hugo realizaban el trabajo más por amor al arte que por una cuestión económica. Sin embargo ahora, el torito es una fuente de ingresos para la Familia Lope y para muchos otros pobladores de Pukará y quien sabe algunos en otros lugares mas. Los torito de Checa son también conocidos como “pataiclavo”, la diferencia radica en las patas largas a comparación de una simetría mejor lograda en Pukará. Los moldes para hacer el “Torito de Pukará” generalmente se dividen en 6 fracciones, una para la cara, otra para la panza, para la cola, los enjalmes (o costados) que son dos y uno para la frente, esto se une y se forma el torito. Dentro de los materiales encontramos que todo es absolutamente natural, lo utilizado es proporcionado por la naturaleza. La arcilla es extraída de dos lugares principalmente; las riveras de un rió que esta cerca y de un poblado que se llama Kojra, la zona de extracción se llama Iquilo. El torito, además, es pintado de forma variada, según me cuenta Don Hugo, todo lo que el utiliza para pintarlo se encuentra suelto en la naturaleza y solo hay que recogerlo y hacerle algunos “cambios” para utilizarlo. El torito se hace mezclando la arcilla tamizada con arenilla roja, la cual se encuentra escarbando la tierra en Pukará, eso le da el color característico al torito (anexo 3). Se coloca en los moldes y se hace fluir la mezcla sobrante, de tal manera que el torito queda hueco por dentro. Se deja secar al sol durante unas horas y luego mientras aun esta húmedo se le añaden los adornos característicos, rosetas en el pecho y frente, cola sobre la parte posterior del lomo, hojas de coca o espiga de trigo en la parte superior de las patas delanteras y la lengua afuera, esto según me contaron se debía a que cuando ocurren las corridas de toros, el toro es literalmente emborrachado para que sea mas agresivo, el alcohol ingerido producía cierto picor en la lengua del toro y a su vez este trataba de rascarse contra su nariz. Luego de eso se procede al pintado, el rojo se consigue de la tierra, de algo llamado Tacco, el cual es como una arenilla que hay q moler y tamizar; el verde de las rosetas se consigue de una piedra verde y el blanco de una piedra de color blanco, ambas molidas y conseguidas escarbando en la tierra, al parecer el color verde y blanco se daría debido a ciertas condiciones dentro de la tierra (probablemente la acción de ciertos minerales), el negro se consigue utilizando tierra oscura y mezclado con “relave”, obviamente Don Hugo, que ya es un experto, conoce las medidas y los tiempo exactos para hacer mezclas extraordinarias; luego de adornado y pintado, el torito es colocado en el horno, el cual oscila entre 850º a 900º y se mantiene allí durante 3 horas. La técnica del vidriado consiste en derretir plomo hasta lograr la evaporación del todo lo liquido y quedarse solo con una fina arenilla, esta será mezclada con la piedra verde molida. Incluso, según observe, se pueden hacer toritos “vidriados” enteramente (anexo 4), mezclando el plomo con arcilla y piedra molida. Una vez terminado el torito se ve compacto y muy sólido, si le cae agua no se hecha a perder y no es tan frágil como se ve.

He compartido una tarde tranquila y bastante instructiva en casa de los Lope, me he reído y asombrado mas de una vez. Los niños se apuran a sacar todos los toritos que tienen a mano, como si de trofeos se tratase, para que yo pueda fotografiarlos. Salgo de la casa de Don Hugo bastante satisfecho de haber logrado mi objetivo, me despido de su esposa e hijos y ellos me sonríen amablemente mientras estrechan mi mano, yo les agradezco y me alejo por esas calles estrechas que me gustaron tanto cuando recién llegué.

El legado Pukará me deja perplejo por la cantidad de años por los que pasó y supo perdurar, sin embargo, ahora se pierde poco a poco. ¿Quien sabe?, quizás en algún punto alguien de la generación Lope no tendrá la misma predilección por el arte de hacer toritos y esto quedara olvidado como tantas cosas que hemos olvidado ya. Valorar nuestro patrimonio cultural y material incluye y nos compromete el reconocernos como peruanos, poseedores de un valor extraordinario y una historia y pasado esplendidos e innegables que deben perpetuarse.

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