La mayor cantidad de "zonas de vida" en el Perú (64 de las 84 existentes) se ubican entre las regiones naturales "yunga" y "janca", es decir en los niveles medio y altos de los Andes. Debido a esa diversidad, la mayor parte de las culturas andinas se asentaron en estos ecosistemas, domesticando plantas y animales y manejando adecuadamente los recursos naturales.
Sin embargo, las variaciones climáticos en estas regiones naturales son muy severas. Dadas las complejas relaciones entre la altitud, latitud y las masas de aire que fluctúan desde las vertientes occidental y oriental de la cordillera, se suceden períodos de sequía, fuertes lluvias, inundaciones y heladas. Dentro de una misma región natural y dependiendo de su altitud y su ubicación frente al sol, los microclimas varían, sufriendo los cambios impuestos por el macroclima cuando éstos se producen. Por contraste, el clima en la costa, selva alta y baja tiene menor fluctuación en el tiempo.
En ese contexto, las culturas altoandinas para sobrevivir y alimentarse, tuvieron que desarrollar una tecnología adecua a los múltiples ecosistemas y capaz de prevenir y enfrentar los riesgos climáticos. Esta tecnología llegó a predecir los cambios en el tiempo en base a observaciones astronómicas y ecológicas y a modificar artificialmente los microclimas para reducir las variables aleatorias, adaptando a éstos las variedades vegetales y animales más adecuadas.
Culturas regionales pre-incas como Chavín en el norte, Tiawanaku en el altiplano sureño, Wari en el centro, entre las más importantes, desarrollaron durante varios siglos las bases de la tecnología altoandina para el manejo de los ecosistemas y del riego climático.
Fueron los incas, sin embargo, quienes debido a su expansión imperial en territorios comprendidos en lo que es hoy el norte argentino y el sur colombiano, capaces de sistematizar y expandir los aportes de las distintas culturas regionales que conquistaron.
El conocimiento acumulado por los científicos e ingenieros incas les permitió enfrentar los múltiples retos del espacio andino, asegurando la alimentación para una población de más de 10 millones de personas y legitimizando su poder político.
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